Poco sabía yo que aceptar una invitación hace casi 10 años de mi amigo Bob Richardson, para tomar donuts y café en la prisión de Cherry Street, remodelaría mi «visión del mundo desde donde estoy sentado». Los hombres de la Mt. Tabor UMC se reúnen trimestralmente en la sala de confraternidad de la capilla de la prisión para pasar un rato de «Donuts y Devociones» con 40-60 reclusos. Sabía que me gustaban los donuts de Krispy Kreme y el café, pero también sabía que tenía muchas ideas preconcebidas sobre los presos. No obstante, salí de mi zona de confort y acepté la invitación.

Más o menos cuando recibí esta invitación, Bob también me invitó a oír hablar a J.C. Watts, uno de los primeros congresistas republicanos afroamericanos del Sur, en el Guilford College de Greensboro, Carolina del Norte. Recuerdo vívidamente a J.C. explicando que muchas minorías desfavorecidas, procedentes de entornos de adicción, abuso y abandono, tenían una «visión del mundo desde donde estaban sentados » muy diferente a la del niño medio que crecía en una familia de obreros. Continuó explicando que todo lo que ellos veían en sus años de formación, lo veían a través de una «lente» diferente de la que ve mi hijo.

Recibir estas invitaciones de Bob, intentar comprender el mensaje de J.C. Watts e implicarme más con los Ministerios de Cárceles y Prisiones de Forsyth, inició un cambio de paradigma en mi forma de pensar hacia los reclusos.

Hace más de 8 años me convertí en Patrocinadora y Voluntaria de Permisos Comunitarios en la prisión, lo que me ha permitido llevar a los reclusos a la iglesia, a estudios bíblicos, salir a comer y ser mentora después de la puesta en libertad. También asisto a programas coordinados por los capellanes y el personal del Ministerio de Prisiones y Cárceles de Forsyth.

A través de estos programas, he escuchado confidencialmente a hombres compartir sus historias personales. A veces las historias están llenas de vergüenza, arrepentimiento y culpa, mientras que otras veces son historias de esperanza, gracia y redención. Dios sigue recordándome que, aunque compartamos orígenes muy diferentes, todos somos hijos de Dios ante todo. Nos ama por igual. Todos necesitamos Su redención y Su gracia.

Doy gracias a Dios por haberme abierto los ojos a las luchas de los presos. Me siento humilde ante las lecciones que Él me ha enseñado, y sigue enseñándome, a través de Su trabajo para transformar a los hombres que están entre rejas. Me han ayudado a vislumbrar la «visión desde donde ellos están sentados», lo que a su vez ayudó a remodelar mi visión distorsionada. Dios me abrió la puerta para dar un salto de fe, acercarme más a Él e interactuar con hombres entre rejas.

-Jeremy D. Willard, Junta Directiva de Forsyth Jail & Prison Ministries