Un grito de ayuda desde la cárcel

 

En medio de tantos hombres encarcelados alojados en el Centro de Detención del Condado de Forsyth, es fácil olvidar a las mujeres que también están allí. Una de las rutinas al servir en la cárcel es recoger los formularios de solicitud rellenados por los reclusos que piden diversas cosas, pero principalmente las peticiones son de Biblias y material de lectura. De vez en cuando se pedirá hablar con un capellán. Ese día en concreto, vi una petición para hablar con un capellán y era de una joven que estaba en la cárcel. Entré en la residencia de mujeres para ver a quien llamaré Jamie en la sala polivalente, que es una sala donde las reclusas ven a otro personal por diversos motivos, como la enfermera, el barbero o el funcionario de clasificación. En la sala polivalente me encontré con Jamie por primera vez. Era una jovencita de unos 22 años que, enseguida, pude ver que estaba muy angustiada.

Tras una breve introducción, Jamie empezó a compartir cómo sentía que su vida no tenía propósito ni sentido y que no quería volver al entorno que fue una de las principales razones de su encarcelamiento. Como nos dicen las Escrituras, «Las malas compañías arruinan las buenas costumbres» (1 Cor. 15:33). Hablé con ella para animarla a caminar con el Señor Jesucristo, el único que puede dar verdadero propósito y sentido a la vida. También recé por ella y le di una Biblia y otros materiales de lectura para que iniciara su camino con el Señor. Durante una reunión de seguimiento con Jamie, ésta tuvo una chispa de esperanza al iniciar un nuevo camino con Cristo y expresó lo mucho que apreciaba el tiempo que habíamos dedicado a ayudarla.

 

Jeff Carter, Capellán de la FJPM