El día fue muy ajetreado. Como Asistente Administrativa de la FJPM, mi bandeja de entrada estaba llena de proyectos que necesitaban salir de mi mesa y llegar al formato adecuado. Además, ninguno de los capellanes estaba en el edificio, así que planeé ponerme también al día con varios proyectos menores. Estaba avanzando por las pilas y entonces ocurrió. Los reclusos empezaron a acudir a la capilla para hacer una llamada telefónica, buscar ropa para la excursión del fin de semana, pedir gafas de lectura, etc. Uno tras otro, fueron llegando.
Al principio, mi respuesta fue cordial y receptiva. Sin embargo, tras varias interrupciones, me irrité. ¿Por qué no podían dejar de llamar a la puerta? ¿No sabían que estaba ocupado? Cuando volví a abrir la puerta, mi impaciencia empezaba a hacerse patente.
«Siento mucho molestarte -dijo el recluso-, pero me preguntaba si podría echar un vistazo a las tarjetas de cumpleaños. El cumpleaños de mi madre es la semana que viene». La expresión de vergüenza en su rostro me detuvo en seco, y una multitud de pensamientos me asaltaron. Pero el pensamiento que más se me quedó grabado fue una sola palabra: gracia.
Mi responsabilidad es mostrar la gracia de Dios a los presos, ¡porque Dios me ha mostrado su gracia a mí!
Cada día conduzco hasta la prisión, trabajo mis horas y me voy a casa. Si necesito hacer una llamada telefónica, comprar una tarjeta de felicitación para un familiar o comprar ropa, me encargo yo mismo. No ocurre lo mismo con los reclusos. Sus necesidades de los artículos más sencillos deben ser satisfechas por otra persona: en muchos casos, los capellanes y el personal de la FJPM. Nuestro ministerio existe para mostrar el amor y la gracia de Dios, y la forma en que lo exhibimos es mediante ropa y tarjetas de cumpleaños; mediante gafas de lectura y llamadas telefónicas; y sobre todo, mediante espíritus dispuestos a ser utilizados por Dios.
Estos días, utilizo el espacio entre mi escritorio y la puerta para recordarme a mí misma que debo mostrar la gracia de Dios cuando respondo al preso que está fuera. Al fin y al cabo, no se trata de mí. Todo gira en torno a Dios.
-Claudette Wood, Asistente Administrativa