Una noche, después de una clase de 7 Hábitos, John se acercó mucho y dijo: «Sólo queremos dos cosas: saber que alguien se preocupa y una segunda oportunidad. Los que venís aquí lo hacéis».

La Madre Teresa dice que lo que va mal en nuestro mundo es que «hemos olvidado que nos pertenecemos unos a otros». Gregory Boyle, en su libro Tatuajes en el corazón, cuenta a través de las historias de los jóvenes pandilleros del sur de Los Ángeles a los que ha ministrado durante más de 30 años cómo le han mostrado lo que él llama el poder del parentesco. Cuanto más cerca estamos de Dios, más nos parecemos a Él. Del mismo modo, cuanto más cerca estamos unos de otros, menos luz diurna hay entre nosotros y más nos comprendemos mejor y nos amamos. Al inhalar la plenitud de Dios, podemos exhalarla unos sobre otros. Algunos describen así el cielo.

Jesús dijo que había venido a anunciar «la buena nueva a los pobres», a dar «vista a los ciegos» y «libertad a los cautivos». Lo hizo acercándose a los últimos y perdidos y mostrando su parentesco con nosotros.

Eso es lo que hacen cada año los más de 700 voluntarios que visitan, escuchan y se preocupan por los hombres y mujeres de la prisión y la cárcel. Lo que han inhalado, lo exhalan. En esta época del año en que celebramos la venida del Niño Jesús, recordemos y propongámonos permanecer cerca unos de otros, especialmente de los que la sociedad ha olvidado. Al demostrar que te importa y dar a otro una segunda oportunidad, obtendrás una visión del cielo y quizá incluso tu propia segunda oportunidad.

Robert Esleeck, Director del Programa Transición 2 al Trabajo